
Al tener menor masa muscular que los hombres y en contrapartida más grasas distribuidas en su organismo, ante un descenso en las temperaturas las mujeres tienden a concentrar su flujo sanguíneo en su torso y cabeza, disminuyéndolo en sus extremidades, lo cual no es más que un mecanismo de supervivencia.
Vayámonos a un caso más extremo que el de cinco o seis grados menos que una temperatura agradable. Pensemos en lugares como la Antártida o Alaska. En estos lugares, si no contáramos con mecanismo de calefacción adecuados nuestras extremidades se tornarían azules debido a que nuestro cuerpo está concentrando el flujo sanguíneo en el correcto funcionamiento de nuestros órganos vitales, lo cual nos hace subsistir temporalmente en climas rigurosos.
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Fuente: Ojocientífico
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